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El síndrome del nido vacío es un estado de soledad y abatimiento en el que se sumergen algunos/as padres y madres en el momento en el que los/as hijos/as se emancipan del que hasta el momento ha sido el hogar de referencia.
Toda separación supone un momento delicado, más aún en los casos en los que la familia ha estado muy unida porque hay un sentimiento de pérdida importante. A pesar de que a medida que van pasando los años y los/as hijos/as van creciendo, los padres y las madres se van mentalizando de que se emanciparan algún día “y es que es ley de vida”, la realidad es que cuando este proceso se da muchos padres y madres se ven inmersos en un estado de gran tristeza y soledad. Sienten un vacío existencial que antes ocupaba el/la hijo/a, una disminución de intereses propios, un enfado por la sensación de abandono aunque racionalmente entiendan que es un proceso natural.
A raíz de la situación económica actual y por el consecuente desempleo de los jóvenes, los/as hijos/as cada vez se van más tarde de casa, muchas veces muy avanzada la treintena, por lo que los vínculos padres-madres-hijos/as se estrechan más aún, produciendo mayor dependencia emocional, mayor malestar psíquico en los/as padres y madres en el momento de la separación.
Es el momento en el que los/as padres/madres viven un vacío existencial, nada les llena, se sienten apáticos, viviendo la pérdida con mayor intensidad. Es frecuente que se viva la marcha de los/as hijos/as con sentimientos de culpa y con mucha exigencia, pensando que no han hecho las cosas como debieran, es decir, que los/as hijos/as se han ido porque no han sido suficientemente buenos/as para estos.
Para sobrellevar este síndrome y conseguir un mayor equilibrio emocional es preciso que padres y madres puedan reestructurar la familia de otra manera, buscando distintos roles de los que han mantenido hasta el momento. Asimismo, tendrán que revisar la relación de pareja y buscar nuevas fuentes de gratificación. En estos momentos, es importante poder trabajar la autoestima de padres y madres, pudiendo entender el suceso como un proceso de crecimiento en los/as hijos/as y en ellos/as mismos/as, y no como un abandono.
En la medida en que padres y madres puedan estar más tranquilos/as, los/as hijos/as también podrán naturalizar el proceso sin sentir que les hacen daño, dándose permiso para poder acercarse a sus padres/madres siempre que lo necesiten a pesar de no seguir viviendo bajo el mismo techo.
Las familias sobreprotrectoras pueden influir de manera negativa en los/as hijos/as, que pueden sentir que no están confiando en ellos/a, lo que puede provocarles angustia de manera exponencial ante la separación y la necesidad de volver para comprobar la fortaleza del vínculo.